¿Te suena familiar esta frase? A mí sí, y te digo que es de lo más común porque está comprobado que cuando más queremos un cambio, más nos saboteamos con creencias o barreras que nos impiden lograr lo que queremos.
¡Ojo! No es un juicio de valor, y lo digo desde la experiencia. Me costó llegar a un punto en donde me dije «necesito hacer esto distinto», y luego que pase un tiempo y darme cuenta que seguía llenándome de excusas para no hacerlo. El tiempo, el dinero, el momento, la agenda llena, etc. ¿Y sabes qué descubrí? Que todo era una cuestión de creencia.
¡Quiero asesorarme!
Si te has escuchado diciendo esto muchas veces, y al mismo tiempo has estado invirtiendo horas en consumir información gratuita desde donde puedes (blogs, revistas, redes sociales), déjame decirte que lo que estás haciendo es alimentando la ansiedad. Y eso puede terminar en frustración (en lugar de solución) porque lees y lees pero no logras aplicar lo que consumes.
He trabajado años en esto y casi siempre me encuentro con dos perfiles de clientas: las que a ciegas se dejan llevar en la aventura de lo que será un proceso de asesoramiento, y las que han luchado con el escepticismo sobre los beneficios que puede traerles invertir en sesiones. ¿Quieres saber quiénes terminan aprovechando y sintiéndose más sorprendidas?
Sí, tal como lo supones, quienes estaban escépticas son quienes mayor provecho han sacado. Y eso tiene que ver con que han podido romper con hábitos o creencias que tenían sobre su propia imagen, sobre cómo estaban enfocando su atención en lo negativo de elegir ropa o mirarse al espejo, y que ahora sienten que el cambio es abismal.
«Querer asesorarse», no es lo mismo que asesorarse en sí.
Te lo cuento con otro ejemplo (basado en mi experiencia). Vengo hace dos años creyendo que necesito asesoramiento en finanzas personales y estructura de negocio (gracias a mi aventura emprendedora). ¿Sabes lo que hice en estos dos años? Consumí cientos de artículos, vi decenas de videos, escuché mil podcasts, bajé material gratuito de gurús en este tema, traté (según yo) de seguir ejercicios que me ofrecían en webs con el enganche «es gratis». ¿Y sabes qué? todo me abrumaba más. Al punto que me dije «para qué voy a contratar a alguien a estas alturas si ya lo he leído, escuchado y visto todo», pero ahí estaba yo, con exceso de información y cero de aplicación (y por supuesto falta de resultados).
Hace dos meses di el paso. Me dije a mí misma «si esto es algo que desconozco en la práctica, seguro que contratando un coach con servicio personalizado, me enseñará exactamente lo que necesito». Y juro aquí en este post que ha sido así.
Información es poder, pero práctica es empoderamiento.
¡Pero no tengo el dinero!
Esta frase viene siempre acompañada de la primera que expliqué arriba. Y vuelvo a los ejemplos, porque es la mejor manera que comprendamos (y como yo he llegado a tomar decisiones también).
Si vas a una tienda este mes, y te gusta algo de ahí ¿qué te impide que te lo lleves? Probablemente nada, porque ya entrar a la tienda implica una decisión de compra indirecta. Luego te lo pruebas, y te dejas llevar por ese impulso de «sí, sí, me lo merezco» (¡ojo!, yo también me he dicho eso). Llegas a casa y te pueden pasar dos cosas: la primera empezar a sentir culpa porque no había urgencia en comprar, o la segunda que te des cuenta que fue una compra en vano porque al final no tienes ocasión para usarla, o con qué combinarla, y al final ese ítem será un adorno en tu armario.
¿Por qué gastar en un producto nos cuesta menos pensamiento que invertir en un servicio no tangible? Porque este segundo implica comprometerte a hacer algo, mientras el primero apenas y te cuestiona.
Piensa en la decena de cosas que tienes ahí colgando del armario y compáralo con la inversión de un material o una sesión donde sabes que aprenderás a ahorrar y enfocar tu atención en lo que sí vale la pena. Y más allá de querer vender uno de mis servicios, lo digo con la intención de llevarnos a la reflexión. Me veo a mí diciendo «quiero cambiar esto» y habiendo gastado 2 años de tiempo en tomar una decisión que me llevó a consumir recursos por tratar de hacerlo yo sola, y quisiera que eso no le pase a nadie más.
Porque al final, invertir en nosotras, lo que necesitamos y lo que nos va a dejar una ganancia a largo plazo, vale más que lo efímero, que lo gratis y que el tiempo que gastamos creyendo que podemos sin ayuda.
¿Y ahora te pregunto? ¿en qué estás dispuesta a invertir para lograr un cambio?