Te planteo este escenario: te despiertas, empieza a rodar la película de lo que será tu día, tienes poco tiempo para verte al espejo, captar tu imagen, vestirla y arreglarla con apenas atención.
Ese proceso se repite una y otra vez durante 365 días y a veces por años. Llega un día donde apenas te reconoces. Hay un semblante distinto, la ropa parece haber sido elegida por otra personal, te ves al espejo y encuentras que algo no encaja, lo que sea te hace sentir mal. Y algo que antes era rutina como vestirse sin tiempo se convierte en los minutos de pesar donde dices «nada me gusta», «nada me queda», «estoy terrible».
No me inventé este escenario. Lo he pasado yo, lo has pasado tú, lo escuchas de tu amiga, tu prima, tu tía y así se vuelve «normal» quejarse de no verse/sentirse bien con uno mismo. Lo naturalizamos al punto de contagiarnos de ese popular «es que eso no es para mí», y si un día te cansas en serio decides tomar acción, algo poco común, mientras que un gran porcentaje de mujeres prefiere mantenerse en esa sombra de no querer verse, no querer asumir los cambios ni mucho menos trabajar por ellos.
Factores que influyen en tu imagen
Hay tantos que no sabría cómo enlistarlos pero acá van los que más escucho en consulta: cambios hormonales, falta de tiempo por trabajo demandante, no encontrar tallas para su cuerpo, maternidad, enfermedades, mudanzas abruptas, cambio de estado civil, ansiedad, trastornos alimenticios, y así la lista continua.
Algunos de estos factores son circunstanciales, otros emocionales y otros inevitables. Lo cierto es que la factura pasa directamente por tu imagen, y si a ello le sumamos la falta de conexión con el presente, los factores siguen aumentando.
No hay fórmula mágica, solo tiene que existir voluntad de hacer pausa, mirarse y saber qué ha pasado. Si el resultado es que te sientes mal con lo que ves frente al espejo, es tiempo de hablarlo, si incluso puedes dar un pasito más, buscar algo que te motive a decir «quiero hacer esto nuevo por mí». Quiero hacer un paréntesis acá y mencionar que no necesariamente un servicio de asesoramiento soluciona las cosas.
Existen varias alternativas y cada especialista puede ofrecerte ayuda desde el lugar que más lo necesitas: nutricionista, psicólogos, dermatólogos, estilistas, terapias alternativas que trabajen en tu bienestar emocional y corporal a la vez. Y sí, el asesoramiento de imagen puede ser parte de este cambio.
¿Qué le estás diciendo ahora a tu imagen?
El cassette que se repita en tu mente influye más de lo que te imaginas. Ejemplo: mirarte al espejo y que lo primero que digas es «ay qué cara», ya te afecta. Las palabras que te dices o permites que se digan respecto a tu imagen dejan una huella difícil de trabajar en sesiones incluso. Por ello el primer paso y detener ese cassette negativo.
Y otro consejo: cuando te despiertes sin ganas de arreglarte (me ha pasado te lo prometo), piensa que ese mínimo esfuerzo hará que en el transcurso del día cada vez que vayas frente al espejo, será una oportunidad de halagarte, por ende arréglate para ti. Sólo para ti.